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30 dic 2011

Retirada de un libro que pretendía curar la homosexualidad

Fran Ferri inició una petición en Actuable para que esas empresas dejarán de vender un libro escrito por Richard Cohen titulado “Comprender y sanar la homosexualidad” que se basa en una indignante premisa: tachar de enfermos a las personas con una determinada orientación sexual.

Y lo ha conseguido: El Corte Inglés y La Casa del Libro han accedido a retirar un libro que pretendía curar algo que no es una enfermedad.


En apenas 24 horas, más de 33.000 personas han firmado su petición (la cual estuvo enlazada en Kon el Síndrome de Peter Pan). Un crecimiento impresionante que muestra la indignación ante un libro basado en curar lo que no es una enfermedad, tal y como ha expresado la OMS desde el año 1990, cuando retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades. Ante el movimiento iniciado por la petición de Fran Ferri, diputado valenciano, las empresas a las que iba dirigida la petición movieron ficha.

El Corte Inglés pidió disculpas en su Facebook y ante la confusión generada, emitió un comunicado indicando que había retirado el producto de su web y que ya no se vende en ningún centro. La Casa del Libro pidió disculpas en Twitter y en Facebook, y aunque no haya anunciado formalmente la retirada del producto, ya no puede comprarse en la web.

Sin embargo, en Amazon España el producto aún está disponible. Puedes seguir firmando para pedir que dejen de ofrecerlo desde su web. Y si quieres, también puedes pedirle directamente a Amazon que retire este libro en el muro de su página de Facebook y en la página de venta online.

La unión de decenas de miles de personas en tan poco tiempo ha sido determinante para que El Corte Inglés y La Casa del Libro hayan tomado decisiones sobre la venta de ese libro. Un libro que alimenta la homofobia y refuerza concepciones erróneas sobre la homosexualidad. Esta petición es una muestra de que cuando nos unimos, cuando sumamos fuerzas para luchar contra una injusticia, cambiamos el mundo.


Si quieres seguir al corriente de más campañas sigue a Actuable en

Facebook o Twitter


13 jun 2011

Las palabras favoritas del español

Sueño, libertad y encabezan la lista de 30 palabras seleccionadas por diversas personalidades del quehacer cultural del mundo.Para celebrar el Día E (entra en su cuenta de Facebook), la "Fiesta de todos los que hablamos español", el Instituto Cervantes lanza una votación a través de una plataforma virtual en Internet con más de 30 palabras propuestas por distintas personalidades; la ganadora se dará a conocer el 18 de junio.

Alma, belleza, alborada, espíritu, fútbol, gracias, melifluo, murmullo o resplandor son otros de los más de treinta vocablos que personalidades de habla hispana han propuesto para que los cerca de 500 millones de hablantes de español elijan su preferida en la página web eldiae.es.

¿Cuál es tu palabra favorita en español?

6 jun 2010

El Corazón Acusador, de Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe (Boston, Estados Unidos, 19 de enero de 1809Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de 1849) fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país. Fue renovador de la novela gótica, recordado especialmente por sus cuentos de terror.



El Corazón Acusador

Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.

Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.

Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!

Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?

Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.

Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.



Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!

5 jun 2010

Las Personas Curvas - Jesús Lizano

Mi madre decía: a mí me gustan las personas rectas

A mí me gustan las personas curvas,
las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.

A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva.
El día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!

Y no me gustan las personas rectas,
el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
(en las que puedes contemplar las curvas
y conocer la tierra);
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.

Y la paciencia es curva.

El pan es curvo
y la metralla recta.

No me gustan las cosas rectas
ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas:
a mí me gustan los maestros curvos,
las maestras curvas.
No los dioses rectos:
¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!

El baño es curvo,
la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas.
Vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.
A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.

Aquí os dejo un vídeo donde el filosofo Jesús Lizano recita su famoso poema de "Las Personas Curvas"
, disfrutarlo porque da qué pensar.


Jesús Lizano (Barcelona, 23 de febrero de 1931)
Licenciado en Filosofia, poeta y pensador libertario que defiende lo que el denomina "Misticismo Libertario", la evolución desde el Mundo Real Salvaje donde se encuentran todos los animales excepto la especie humana, que ahora se encuentra estancada en el Mundo Real Político, en su camino hacía el Mundo Real Poético, la acracia. Publica periódicamente "la columna poética y el pozo político" en la revista libertaria Polémica editada en Barcelona.

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Gracias Naza, por seguir descubriéndome el mundo de la filosofía y de la literatura aconsejándome versos que sabes que me gustarán.

1 nov 2009

Olor

Creo que me he vuelto loca. No, no lo creo, estoy segura.
Su aroma me persigue por todos lados. A cualquier sitio donde voy, ahí está. Ahí hay alguien que huele igual. Y siempre la misma reacción. Primero, me paralizo; después pienso "no puede ser" y a continuación me giro rápido y te busco. Pero no, no estás. Nunca estás.
Es algo confuso, pero me persigues. Será porque te fuiste de aquella manera. Será porque nunca sabré la razón que te empujó a abandonarme esa noche. Esa noche en que mis lágrimas se fundieron con las gotas de lluvia.
Por favor, quiero que pare. No, en realidad no. En realidad quiero verte, quiero tenerte, o quiero por lo menos, la explicación que merezco.
Pero creo que esos es imposible, así es que prefiero olvidarte. Prefiero que eso se quede ahora en el olvido y no aparezca nunca más.
Será lo mejor... olvidar.
dani ligero

23 sept 2009

Todo por el atardecer

Sentada inmóvil en el suelo, permanecía mirando hacia la nada, mientras murmuraba casi sin mover los labios “que se calle, que se calle…” a la mujer que boqueaba agónicamente a un par de metros de su espalda.

Con el rabillo del ojo; ella podía a observar como una mano temblorosa trataba de alzarse, quizás, para intentar salvarse del final, ya irremediable. Poco a poco aquella mano iba perdiendo movimiento hasta quedar inmóvil sobre el frío piso; ya eran menos los jadeos forzosos que emitía la moribunda, al tratar de imbuir a sus pulmones algo más que su propia sangre.

Luego silencio…

Ella se quedó ahí un poco más, no por temor sino porque la puesta de sol estaba ocurriendo, y es que solo habían dos cosas que a sus catorce años Alejandra odiaba en el mundo: una de ellas es perderse la puesta de sol…

Cuando la esfera naranja rojiza se perdió en el horizonte, ella se puso en pie, sosteniendo aún el cuchillo que menos de una hora antes había introducido ocho veces en el tórax de quien ahora yacía en el piso inmóvil y con los ojos vidriados, en un lago de sangre purpúrea.

“Lo siento” murmuró “tú sabías cuanto odio perderme la puesta de sol… si tan solo hubieras esperado un poco en lugar de gritarme como loca, ahora tendrías tu libra de pollo y no habríamos llegado a esto”.

Cuando vinieron por ella a la tarde siguiente la casa hedía terriblemente; sin embargo, ella se mostró muy complaciente y amable, contestando con toda la sinceridad y candidez del mundo a todas las preguntas que le hacían. Lamentablemente, al momento de llevársela, comenzaba a ponerse el sol.

Ella entró en una furia ciega; golpeó, mordió y pateó a los enfermeros que trataban de ponerle la camisa de fuerza, hasta que la soltaron y ella se sentó en el ventanal a mirar extasiada el atardecer.

“Por favor, prométanme que a donde me lleven, mi habitación tendrá una ventana para poder admirar cuando se pone el sol”

Y así lo hicieron.

Ella está recluida en una pequeña habitación de paredes blancas con una ventana que da al oeste, por donde todos los días goza del atardecer.

Es que, hay solo dos cosas que ella odia en el mundo: una es perderse la puesta de sol, y la otra era su madre.


20 jul 2009

Albus Dumbledore, homosexual

La creadora de Harry Potter, J.K. Rowling, ha sacado del armario a uno de sus personajes: durante una conferencia en el Carnegie Hall de Nueva York, la escritora confesó que el director de la Escuela de magia y hechicería Hogwarts, Albus Dumbledore es homosexual.

Un joven fan le preguntó si el profesor Dumbledore se había enamorado alguna vez. "Mi sincera respuesta... Siempre pensé en Dumbledore como gay", dijo Rowling, aclarando que sí estuvo enamorado, pero de la persona equivocada: el mago Gellert Grindelwald, amigo de la juventud del sabio mago y convertido luego a las artes oscuras y a quien hacía mucho había vencido en una batalla entre el bien y el mal.
Ante la emoción del público, agregó: "De haber sabido que esto os haría felices, lo hubiese dicho hace años. Tenía algo que daros para que hablárais durante los próximos diez años, sólo imaginad los fan fictions ahora".
La pregunta de si Dumbledore se había enamorado alguna vez fue respondia con un: "Dumbledore se enamoró de Grindelwald, y por eso se horrorizó cuando Grindelwald se mostró como era. Tengo que decir que esto excusó de alguna manera a Dumbledore, porque cuando nos enamoramos nos podemos llegar a cegar, pero conoció a alguien tan brillante como él. Y como Bellatrix, él admiraba a esta persona brillante, y de manera horrible, terriblemente fue dejado de lado por él. Sí, así es como siempre vi a Dumbledore. De hecho, recientemente estuve en la lectura del guión de la sexta película, y tenían a Dumbledore, al comienzo, diciéndole en una línea a Harry: "Conocí una chica una vez, y su pelo... " [risas]. Tuve que escribir una pequeña nota al margen y pasárselo al guionista, "¡Dumbledore es gay!" [risas].

Albus Dumbledore es además el personaje de mas moral en toda la saga. Su lema consistia en la afirmación de que el amor es la magia mas importante y poderosa del mundo.
Rowling agregó que Dumbledore estaba “horriblemente, terriblemente desilusionado” y que su amor por Grindelwald era su “gran tragedia”.

Bueno, si tu también te preguntabas sobre el misterioso pasado de Dumbledore ahora te puedes hacer una idea...
¿Qué decir?
  • JK lo tendría ya pensado desde el principio de la historia...?
  • Se lo sacó de la manga para aumetar el filón comercial y llevarlo a una comunidad a lo mejor no muy interesada...?
  • No es más q una leyenda urbana (como dicen al aspecto alguno/as)...?
  • Tal vez por eso sea "entendible" la "obsesión" de Abus por proteger a Harry Potter...?
  • O es que era una manera de generar más polémica y dar más de lo que hablar en ete mundo m´gico...? (Donde sabemos que la única que manda no es nadie más que la autora, JK Rowling)

Jum... no lo sé... jajaja