El Templo
de Diana de Mérida está en pleno centro de la
ciudad. Es una masa de piedra romana que reina en un entorno abierto al
visitante.
Se accede a él desde una de las calles emeritenses más
céntricas, y que comparte nombre con la patrona de la capital extremeña, Santa
Eulalia. De esta, cruzamos la calle Santa Catalina y nos introducimos en el
entorno monumental. Y lo encontramos de frente por la calle Romero Leal.
Siendo uno de los monumentos más populares de la
ciudad junto con el Teatro Romano o el Acueducto, son muchas las curiosidades
que encontramos en y alrededor del Templo de Diana.
Aproximadamente fue construido en el siglo I a.C. y formaba
parte del foro municipal de la ciudad. Es considerado el único edificio
religioso de la época romana que Mérida conserva en pie. Aunque cuando los
arqueólogos lo descubrieron pensaban que estaba dedicado a la diosa Diana, es
muy probable que sea un templo de culto al emperador.
Este gigante se levanta sobre un podio de más de tres
metros de altura. El frente se forma con dos filas de seis columnas estriadas.
Y en los laterales, encontramos otras once columnas de ocho metros de altura
coronadas todas por capiteles corintios.
¿Por qué gigante? Es una sensación de grandeza la que
se siente cuando caminas por las callejuelas del casco histórico de esta ciudad
eterna y encuentras, casi de repente, un edificio de estas dimensiones y tienes
la posibilidad de tocar sus piedras romanas.
Una curiosidad que se puede apreciar en este coloso de
piedra es el Palacio del Conde de los Corbos, más conocido con el tiempo como
“La Casa de los Milagros”.
Fue en el siglo XVI cuando se construyó el palacio para
un futuro conde aprovechando la estructura y los materiales del templo. Es
desde ese momento cuando Mérida no entiende templo sin palacio, ni palacio sin
templo. Ambos son un icono inseparable.
Un arquitecto extremeño, José María Sánchez García, fue
quien ideó el edifico perimetral que desde el año 2010 vemos rodear al
majestuoso edificio. A modo de piedra que vuela por encima del plano
arqueológico y ganador de un premio internacional de arquitectura, es un
proyecto tan admirado como vislumbrado. Prueba del valor que el monumento en si
es.
Surgieron muchas ideas para conformar sus alrededores,
pero finalmente fue el proyecto de Sánchez el que se levantó. Apartando
polémicas, está claro que con esta ejecución, las piedras del coloso son más
que nunca un patrimonio público y vivo.